Iba
caminando por la calle. Estaba muy oscuro. No había nadie. Aquello no parecía
Londres. Creo que estaba yendo por donde no debía. No sabía por donde ir para
llegar a mi casa, así que simplemente me limitaba a andar y andar, hasta que me
sonase alguna calle, o viese a alguien a quien preguntar, porque realmente, no
había absolutamente nadie por allí. Sólo había de vez en cuando algún vagabundo
sentado en algún escalón de algún local cerrado, o solitarias siluetas entre
farolas, que no mostraban ni la más mínima señal de vida. Era muy tarde, el
tiempo pasaba rápido.
De repente, escuché jaleo en un parque que había a mi lado. Entré por una puerta alta, de hierro. Era la entrada. Estaba
oscuro. La verdad me arrepentí de haber entrado, pero yo siempre he sido muy
curiosa, y eso era un grave problema para mí, porque podía meterme en líos.
Pero no podía resistirme. Seguí avanzando y encontré una zona infantil, con
columpios y un tobogán. De repente, dos sombras aparecieron de entre unos árboles.
No creo que me estuviesen esperando, pero el caso es que me vieron, y una de
esas formas sin definir dijo:
-
Vaya,
vaya, vaya, ¿qué hace por aquí una chica tan sola a estas horas?
Avanzaron
unos pasos hasta que se pusieron bajo una farola, y pude verles bien. Eran dos
jóvenes, de unos veinte años. Uno de los dos, que parecía llevar la voz
cantante, era algo más bajito que el otro. Éste parecía más callado y sólo se
limitaba a observar.
No
quería parecer asustada, así que reaccioné con normalidad:
-
Pues
dando un paseo, necesitaba tomar el aire – temblaba. No me gustaban nada esos
dos, pero creo que contesté bien a su pregunta. Me di cuenta de que había un
par de papeleras tiradas en el suelo, así que sería eso lo que escuché.
-
Mmm...
¿Y no te da miedo... Ir sola?
-
Eh...
No – tragué saliva – Y... ¿habéis sido ustedes? – Señalé las papeleras tiradas
con la basura esparcida por el suelo.
-
Sí...
Nos aburríamos un poco – Dijo el bajito.
-
Eh...
Bueno... Yo... Tengo que irme... – Retrocedí unos pasos, y ellos avanzaron los
mismos.
-
¿Por
qué? Quédate un rato más... – Dijo el bajito de nuevo, su amigo sólo miraba. Él
sonrió, mientras el otro parecía serio. Yo estaba muy asustada, quería salir de
allí corriendo, pero mi padre me había enseñado que ante estas situaciones, lo
mejor que puedes hacer es usar la cabeza y pensar. Intenté ganar tiempo para
ello:
-
Em...
¿Cómo os llamáis? – Les pregunté a los dos. Mi expresión, que antes era de una
chica asustada, había cambiado. Ahora tenía una cara serena, para hacerles
creer que no les tenía miedo, aunque por dentro estuviese aterrorizada... Se
miraron, y luego el bajito me dijo:
-
Yo
soy Eric, y él es Steve. ¿Y tú eres...? - Dijo el bajito.
-
Eh,
yo... Soy Noa.
ERICSTEVE:
-
Noa...
Bonito nombre... – Aunque éramos tres, la conversación sólo era entre ese tal
“Eric” y yo, mientras que el otro, “Steve”, sólo se limitaba a observar, sin
moverse, ni cambiar su expresión facial, totalmente serena y sin ningún tipo de
sentimiento en ella.
-
Bueno,
y em... ¿Tu amigo no habla?
-
Prefiero
observar, no soy muy hablador – esas fueron las primeras palabras que salieron
de su boca desde que establecimos el primer contacto visual. Tenía una voz muy
peculiar, era grave, pero no demasiado. La verdad, el otro me parecía peor...
Pero no podía fiarme de ninguno de los dos.
-
Bueno
guapa, mi casa está ahí al lado, si quieres te puedes venir un rato... – Me
dijo Eric. Sonrió.
-
(Yo
empecé a ponerme muy nerviosa, pero intenté que no se notara) Eh, es que mi
novio me espera en casa...
-
Bueno,
no pasará nada por que espere un poco más...
-
Creo
que no... Gracias – ¿Gracias? Bueno, era lo único que se me ocurría...
-
Vamos
nena, que tu novio no se va a enterar... – Cada vez se acercaba más, mientras
Steve permanecía inmóvil.
-
Oye...
Yo... Me voy... Eh... – Retrocedí unos pasos, pero él andaba los mismos, así que me quedé quieta, inmóvil, mientras él avanzaba. La distancia entre Eric y yo
disminuía cada vez más. Ahora sí que se notaba que estaba asustada, pero no
podía salir corriendo, porque estaba claro que me atraparía y ahí ya o podría
escapar...
Sabía
sus intenciones, se le notaba perfectamente en la cara. Si huía me perseguiría
hasta alcanzarme, así que tuve una idea...
-
Venga
preciosa, quédate, vamos a mi casa... – Se acercaba, cada vez más, mientras, Steve permaneció
inmóvil hasta que soltó casi como un suspiro:
-
Eric...
– No sabría describir la forma en la que lo dijo...
-
Ahora
no, tío... – Dijo él. Mientras se iba acercando, yo estaba quieta.
Eric
se acercó hasta que sólo quedaba medio metro entre nosotros. No me gustaba para
nada este tío. Verdaderamente, quería salir corriendo y no mirar atrás, pero
eso debería de haberlo hecho antes. Ahora me tocaba afrontar la situación, y lo
hice de la siguiente manera...
-
Eh
oye... ¿Dónde decías que estaba tu casa?
-
Está
ahí... – Señaló unos edificios. Su mirada era verdaderamente repulsiva. No
había otra palabra para describirla.
-
Mi
novio espera en casa... Pero no sé... – Estaba intentando seguirle el rollo...
-
Tranquila
cariño... Tu novio no se enterará de nada... No tardaremos...
-
Bueno...
-
Eric...
– Volvió a decir Steve. Creo que intentaba llamarle la atención, pero en ese
momento sólo pensaba en que tenía que seguirle la corriente a este tío, para que no me llevase a su casa y me...
-
Espera
tío... No pasará nada... – Yo no entendía de qué hablaban.
-
¿Ocurre
algo?
-
Qué
va... No te preocupes... Ven conmigo... – Me agarró el brazo. No sabía hasta
dónde llegaría esto, pero lo que sí sabía era que ese tío quería llevarme a su
casa, y yo no podía dejarle...
-
Eric,
te estoy avisando... – Cada vez tenía más curiosidad en saber por qué Steve
llamaba a Eric, pero está visto que Eric no me lo quería contar...
-
Oye,
creo que tu amigo...
-
Mira
nena, tú vente conmigo, y deja a este aquí – me tiró del brazo, me hizo daño.
En ese momento Steve avanzó unos pasos. Steve era un chico alto, con buena
constitución, parecía muy fuerte, en comparación con Eric.
-
Tío,
venga, vámonos – dijo Steve.
-
Espera,
¿no ves que tenemos aquí la diversión asegurada? – Esas palabras no me
gustaron, pero no podía reaccionar mal, porque Eric podía volverse agresivo. Me
soltó el brazo.
-
Ey,
¿qué ocurre? – pregunté.
-
Mira,
vete a casa. Nosotros ya nos vamos – dijo Steve.
-
No,
tío, yo me quedo, vete tú... – seguía a mi lado, y esta vez extendió sus manos
para agarrarme por la cintura, pero en ese instante Steve se acercó rápido
antes de que pudiera tocarme y le agarró el hombro.
-
He
dicho que nos vamos – tiró de su hombro hacia él, para que se girase, puesto
que estaba dándole la espalda.
-
Déjame
ya tío, ¡sé enrollado! No puedo hacer nada, ¡no puedo divertirme! Anda y déjame
un ratito, ¡sólo diez minutos! Tú sabes que yo soy rápido en estas cosas... – volvió a girarse
hacia mí y esta vez sí que me agarró, con una mano un brazo, y con la otra, el
hombro contrario. Casi eliminó la poca distancia que nos separaba, pero antes
de ello, Steve le agarró por detrás y le sujetó. Como Eric me tenía cogida, me
dio un fuerte tirón al ser agarrado por Steve, puesto que intentaba deshacerse
de él. Steve empezó a forcejear y terminó tirándose al suelo junto con Eric. Yo
estaba atónita, no entendía nada. Steve puso boca abajo a Eric, contra el
suelo, y le agarró los brazos con sus manos, a la espalda, y puso su rodilla
sobre una de sus piernas. Le resultó fácil inmovilizarle de aquella manera. Es
como si supiera hacer esas cosas. Me pareció muy raro. Entonces Steve me dijo:
-
Venga,
puedes irte. No te preocupes, no te haré daño.
-
Pero...
¿qué ocurre?
-
¡Cariño!
¡Esto no ha terminado! – gritó Eric desde el suelo, mientras Steve seguía
sujetándole.
-
Eric
es un tío muy problemático. Se quedó huérfano cuando era un niño y ahora está
enfadado con el mundo. Vive con su hermano, Carl, que es un año menor que él.
Yo soy amigo suyo y de su hermano, así que voy con él a todas partes, para que
no se meta en muchos líos – todo eso lo dijo mientras mantenía sujeto a Eric.
-
¿Y
le dejas romper papeleras?
-
Con
“líos” me refiero a líos con personas... Ya ha empezado un par de peleas y he
tenido que separarle. Lo que haga con las cosas me da igual, pero no quiero que
se haga daño, ni que haga daño a nadie...
-
Entiendo...
-
Bueno,
siento si te has asustado.
-
Qué
rápido le has inmovilizado...
-
Sí,
es que yo estaba apuntado a boxeo, hace un par de años... – Soltó a Eric – Tío,
venga, entra en casa – Eric salió corriendo hacia su casa y entró. Ahora estábamos Steve y yo.
-
La
verdad me he asustado un poco...
-
¿Ibas
a engañar a tu novio con Eric?
-
Bueno...
En realidad... No tengo novio... Tenía que buscarme alguna excusa... Y al ver
que no surgía efecto, se me ocurrió seguirle el rollo...
-
Buenas
ideas. Eres lista – pude apreciar cómo sonreía, sólo un poco.
-
Gracias...
-
Bueno,
¿y te llamas Noa en realidad? ¿O también era una estrategia?
-
Jajajajaja,
no, no, me llamo Noa de verdad jajajaja – La verdad, ahora que lo pienso,
tampoco hacía tanta gracia, y no sé por qué me reí tanto, pero fue algo
divertido.
-
Y...
¿Vienes mucho por aquí?
-
Pues
me mudé a Londres ayer... Soy española.
-
Vaya,
no acierto mucho... Oye, pues hablas muy bien el idioma, casi no pareces
extranjera – me dedicó otra pequeña sonrisa.
-
Estudié
mucho en España.
-
Se
nota... – Hubo un silencio un tanto incómodo entre Steve y yo. Ninguno sabía
qué hacer, hasta que yo dije:
-
Bueno...
Ahora sí que me voy...
-
De
acuerdo... Buenas noches.
-
Buenas
noches – nos sonreímos el uno al otro, nos giramos y cada uno se fue por una
dirección distinta.
Llegué
a mi casa, me puse un pijama calentito y me tomé un vaso de Cola Cao caliente
(Siempre me tomo un Cola Cao antes de dormir y otro por la mañana). Me acosté en
mi cama y no tardé en dormirme.
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