lunes, 22 de julio de 2013

25. UN ACTO REFLEJO

No quería enfadarme así... De verdad... Me sentí tan mal... Tal vez debí de haberle dicho otra cosa... Porque la verdad creo que me pasé un poco...

Era Steve el que llamó. Yo descolgué el teléfono con voz enfadada, creo, aunque no me di ni cuenta porque más que enfadada, estaba medio dormida...

Llamada telefónica:

-         ¿Sí...?
-         ¡Hola Noa! Soy Steve, ¿qué tal? No tengo nada que hacer, y como me dijiste que salías de trabajar a las cinco, quería ver si podía pasarme por tu casa un rato a esa hora.
-         ¿Qué hora es...?
-         Las cuatro y media... Pasadas. ¿Puedo ir? Podemos ir a tomar algo, a algún bar, o a dar una vuelta, o si quieres... – Steve empezó a hablar y yo no tenía la cabeza para muchas cosas.
-         Oye Steve...
-         Podemos ir a una heladería...
-         Steve escucha...
-         O si quieres a ver una peli al cine...
-         Steve yo...
-         Se me ha ocurrido otra cosa, podemos...
-         ¡Steve! ¡No quiero ir a ningún sitio!

Hubo un silencio. Steve se estaba poniendo muy pesado, pero yo no debería de haber gritado, porque eso fue lo que hice, y la verdad, no era algo muy normal en mí. Gritar. No, para nada. Pero en realidad, sigo sin entender por qué me enfadé tanto. Creo que fue un acto reflejo. Yo estaba medio dormida, y cuando Steve empezó a hablar, y no parar... Terminó por “despertarme” de golpe. Odio que me despierten sin necesidad. Sobre todo si tengo sueño, me pone de muy mal humor...

-         Eh, Steve... – dije para saber si seguía ahí.
-         Dime.
-         Perdona, yo... Dormí muy mal anoche... Me acabo de despertar y...
-         No te preocupes, entiendo que no quieras ir conmigo... – no le dejé seguir.
-         No Steve, no es eso. Tengo otro trabajo, de dos semanas... Y el horario empieza muy temprano, yo...
-         Tranquila. No hace falta que inventes excusas, si no quieres ir conmigo, sólo dímelo.
-         De verdad que quiero ir contigo, ¿por qué piensas así?
-         No te preocupes, no estoy enfadado... – no, qué va.
-         Escucha, eh...
-         Mira, yo quería salir contigo, si tú no quieres, no te voy a obligar.
-         No es que no quiera, es que estoy cansada y necesito dormir. ¿Por qué no me crees?

Tampoco creo que el comportamiento de Steve fuera el adecuado, ¿por qué no me creía?

-         Mira, déjalo... Ya nos veremos.
-         No, ya nos veremos no. ¿Qué te hace pensar que me lo estoy inventando?
-         Nada, nada. Veo que no estás de muy buen humor.
-         Pues la verdad, no mucho – ahora lo pienso y admito que fue una tontería haberlo dicho.
-         Siento haberte molestado. No esperaba que te pusieras así... Da igual. Perdona por despertarte. Adiós – Steve colgó.
-         ¡No, Steve!

Fin de la llamada telefónica.

Steve ya había colgado. Creo que mi forma de hablar no fue la correcta, pero entendedme, estaba medio dormida...

Estuve el resto de la tarde metida en casa, pensando en Steve. “¿Estará enfadado?” Esa frase resonaba constantemente en mi cabeza. Estaba preocupada por él. No quería que se enfadara conmigo. Él fue una de las primeras personas a las que conocí al llegar a Londres, y desde el primer día ha sido muy amable conmigo. Le apreciaba, así que por encima de mi orgullo, le llamé yo, a eso de las siete de la tarde:

Llamada telefónica:

-         ¿Noa?
-         Steve, yo...
-         Tranquila, si lo que te preocupa es que esté enfadado, no lo estoy. Perdona si te desperté. No era mi intención molestarte. Lo único que quiero es que estemos bien, de verdad. Espero que no estés molesta conmigo.

Me quedé callada unos segundos. ¡Este chico leía mi mente! Quería decirle que no estuviera enfadado conmigo, que yo no lo estaba, pero creo que él habló por los dos.

-         No estoy enfadada, Steve. Te he llamado para ver si tú lo estabas.
-         Pues ya conoces la respuesta.
-         Me alegro. ¿Quieres salir mañana conmigo cuando salga de trabajar? – le pregunté.
-         Claro que sí – me respondió.
-         De acuerdo. Pues salgo a las dos. Volveré a mi casa a cambiarme y tú si quieres puedes venir a eso de las... ¿Dos y media? Alrededor de esa hora, sí. ¿Qué me dices?
-         Que me parece perfecto. ¿Comemos juntos o...?
-         No lo sé. Para mí es una hora normal, pero con vuestros horarios de almuerzos y tal...
-         Yo puedo esperar.
-         Bueno, vale. Comeremos juntos si quieres.
-         De acuerdo. Pues nos vemos mañana.
-         Adiós, Steve.
-         Adiós.

Fin de la llamada telefónica.


Me alegraba saber que Steve no estaba enfadado, y que saldríamos a comer juntos y a pasar la tarde. Después de esto cené viendo la tele, y vi una película. A continuación me acosté. Este día había sido muy raro, y muy lento...

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