Me
despierto, sigo aquí. Los rayos de sol que penetran los cristales de mi ventana
chocan contra mi rostro, haciendo que, instintivamente, me frote los ojos, y
más tarde bostece. Hoy es mi tercer día en Londres. Recapitulemos lo que he
hecho desde que estoy aquí: primero, he conocido a Christian. Un chico
encantador, con el que quiero verme más veces y conocer más a fondo. Segundo,
me he instalado, en una casa preciosa, y que voy a cuidar mucho, dado que es mi
nuevo hogar. Tercero, he conocido (personalmente, puesto que yo ya le conocía)
a Simon Cowell, un tipo millonario, súper simpático, y que me ha ofrecido un trabajo
de una noche, el de cuidar al hijo de una amiga suya muy repelente. Y por
último, he conocido a dos chicos, uno de ellos me quería llevar a su casa, Dios
sabe para qué, y el otro, agradable y amable, que no permitió las intenciones
del primero. Bien, pues ahora tenía que ver lo que iba a hacer hoy.
Hice
lo de todos los días: desayuné, me lavé la cara, los dientes, y me di una
ducha. Eran las diez de la mañana, y me senté en el sofá a planear el día. Cogí
un papel, bolígrafos de colores, y mi mapa, y me puse a escribir. Hice un plan
para el día, que incluía visitar un centro comercial que había, y buscar un
trabajo estable, puesto que el dinero que gané con esa familia, tampoco iba a
sostenerme demasiado tiempo. Salí de mi apartamento y me dirigí al ascensor,
entré en él y pulsé la planta baja, pero cuando empezó a descender, se paró en
el décimo piso, y las puertas se abrieron. De repente, mi corazón empezó a
latir rápido al ver a quién tenía delante. Justo en frente mía, estaba
Christian con otro chico.
-
¡Christian!
-
¡Noa!
¡Buenos días! ¿Qué tal?
- ¡Muy bien!
- Te presento a mi primo, Ed.
-
Encantado
– Ed era un chico pelirrojo, de una estatura normal, con los ojos azules y la
piel muy blanca. El típico chico londinense.
-
Igualmente
– No nos dimos dos besos, ni nos estrechamos las manos. Simplemente nos
limitamos a mirarnos. Parecía tímido.
-
Bueno,
¿y teníais pensado ir a algún sitio? – Pregunté curiosa.
-
La
verdad no... Simplemente salir un rato, a ver si se nos ocurría algo. ¿Y tú? –
Me dijo Christian.
-
Pues
sí, ahora iba a ir al centro comercial, tengo que empezar a conocer el lugar.
-
Si
quieres podemos ir contigo – propuso Ed.
-
Me
da igual, lo que prefiráis vosotros – di mi opinión.
-
A
mí también me da igual – dijo Christian.
-
Pues
vamos los tres – añadió Ed.
-
De
acuerdo – dije yo.
-
Sin
problemas – dijo Christian.
ED:
Nos
dirigimos andando al centro comercial, que no estaba muy lejos. Íbamos:
Christian a mi izquierda, yo en medio, y Ed a mi derecha. Pasamos por un par de
tiendas, aunque no comprásemos nada, excepto Ed, que sí se compró una chaqueta.
Fuimos a un bar que había dentro del lugar, y nos pedimos unos refrescos. Más
tarde salimos de allí para dirigirnos hacia la salida del centro comercial
cuando en ese momento nos detuvimos. No creía lo que estaba viendo. Allí se
encontraba Eric, peleándose con un chico, que parecía menor que él. Ed y
Christian intervinieron, mientras yo gritaba:
-
¡Parad!
¡Christian! ¡Por favor!– Christian y Ed intentaban separar a Eric de su
oponente, que, al parecer, iba perdiendo la pelea.
-
¡Noa!
– Escuché cómo una voz muy familiar gritaba mi nombre.
-
(Miré
hacia distintas direcciones, hasta que le vi) ¡Steve!
-
¡No
te acerques! – Steve se unió a la pelea, y con la ayuda de Ed y Christian,
consiguieron agarrar a Eric, que había cogido una silla que tenía justo al lado
(estábamos junto a otro bar, aún dentro del centro comercial) e iba a golpear a
su oponente, que se encontraba tirado en el suelo, con la cara ensangrentada, a
causa de haber recibido algunos puñetazos.
Ed
ayudó a incorporarse al chico, mientras que Christian y Steve mantenían sujeto
a Eric.
-
¡Estás
loco? – gritó Steve.
-
¡No
le aguanto! ¡Es estúpido! – Y señaló con la mirada al chico al que estaba
pegando. Yo fui con Ed y levantamos al chico, para inmediatamente sentarlo en una
silla. Llegaron los de seguridad.
-
¿Qué
ha ocurrido? – Me preguntó uno de los tres guardias que llegaron. Los otros dos
agarraron a Eric, haciendo que Steve y Christian pudieran soltarlo.
-
Cuando
les hemos visto ya estaban peleándose – estábamos rodeados de gente, todos murmurando.
- Aquí no hay nada que ver, ¡váyanse! – La gente que nos rodeaba se fue – ¿Nadie
sabe cómo ha empezado la pelea? – Preguntó el tipo de seguridad.
-
Yo
estaba con ellos, fui a comprar un helado a esa heladería – dijo Steve, señalando una
heladería – y cuando regresé estaba peleándose.
-
Muy
bien. A ver, tú, tú, tú y tú venid conmigo, y a ti te vamos a curar. – Primero
nos señaló a Christian, Ed, Steve y yo, y después al chico anónimo herido – A
ver, ayudadle a andar.
Ed y Steve llevaban al chico agarrado cada uno por un hombro.
Christian se quedó a mi lado, dos hombres de seguridad llevaban esposado a
Eric, y un tercero iba delante, guiándonos. Nos dirigimos hacia una farmacia y
curaron al chico, y luego fuimos hasta una habitación. Allí nos “interrogaron”,
o más bien, nos pidieron explicaciones.
-
Veamos,
¿puedes explicarnos qué es lo que ha ocurrido? – le preguntó el tipo de
seguridad a Eric.
-
Mi
hermano es un estúpido. Siempre está haciendo las cosas mal. Le dije que fuese
a comprarme un refresco al bar de al lado, y al volver con este, lo primero que
hizo fue tirármelo encima – Pude observar que tenía la camiseta y el pantalón
mojados y manchados.
-
¿Por
eso le has pegado? ¿Porque te tiró un refresco encima?
-
¡No!
Es que después de regañarle, para compensarme que me hubiese manchado mi
camiseta nueva, ¡porque sí, era nueva! Le dije que fuese a comprarme otro, y
cuando volvió, ¡resbaló con el refresco de antes y calló encima de mí,
llenándome aún más de refresco!
-
Fue
sin querer... – En ese momento, Eric se intentó levantar para pegarle a su
hermano de nuevo, pero los hombres de seguridad se lo impidieron.
-
Cálmense.
Dime, ¿cómo te llamas? – Le preguntó el de seguridad al hermano de Eric.
-
Me
llamo Carl...
CARL:
-
Bien,
Carl, ¿es cierto todo lo que ha contado tu hermano? ¿O prefieres cambiar algo o
añadir algún detalle?
-
¡Es
cierto! ¡Pedazo de subnormales! – gritó Eric.
-
Tiene
derecho a guardar silencio.
-
Sí,
todo es cierto... – dijo Carl.
-
Bueno,
¿y ustedes tienen algo que añadir?
-
No...
Simplemente intervenimos en una pelea, aunque no les conocemos... – dijo
Christian, que no se había percatado de que yo sí conocía a Steve y Eric.
-
Christian,
el caso es que yo sí les conozco...
-
¿Y
de qué les conoce usted? – me preguntó el hombre.
-
Pues
anoche...
-
¡Tú!
¡Eres tú! ¡La guapita de anoche! ¡Que sepas que cuando salga de aquí
terminaremos lo que empezamos! ¿Eh?
-
¿Noa...?
– Dijo Christian, asombradísimo. Quién sabe lo que se habría pasado por su
mente tras oír las palabras de Eric.
-
Anoche
estaba paseando por un parque, cuando les conocí. Eric intentó llevarme a su
casa, pero Steve se lo impidió.
-
Entiendo.
Bueno, ¿alguno de ustedes tiene algo que añadir al asunto? – miró a los demás.
Ninguno contestó – Bien. Pueden irse ustedes, excepto tú y tú – señaló a Eric y
Carl.
-
De
acuerdo – dijo Christian.
Steve,
Christian, Ed y yo salimos del centro comercial y nos alejamos unas calles.
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