viernes, 28 de junio de 2013

7. COMO SI TUVIESE DIEZ AÑOS

El día lo terminé volviendo a casa y acostándome en el sofá. Me dormí en él. Por la mañana, a las diez, me despertó el sonido de una llamada a mi móvil. Lo cogí. Era Simon:
Llamada telefónica:
-         ¿Simon?
-         Hola Noa, te llamo para decirte que he avisado a mi amiga Pam de que hoy irías a su casa a cuidar a su hijo. Dice que está encantada, que temía no encontrar a nadie para ello. Dice que gracias.
-         De acuerdo... – Estaba despejándome, me acababa de despertar.
-         ¿Estabas dormida?
-         ¿Eh...? ¡Ah! No, no, qué va...
-         Bueno, te llamo ahora porque no puedo llamarte en otro momento del día. Estoy muy ocupado.
-         Vale, no te preocupes.
-         Bueno, esta tarde iré a tu casa para recogerte y llevarte a la de mi amiga. Dame tu dirección.
-         De acuerdo, ¿tienes ahí para apuntar?
-         Sí, dime.
-         A ver... – le dí mi dirección.
-         Apuntado. Me pasaré por allí a las seis y media.
-         Vale, estaré lista.
-         ¡Adiós!
-         Adiós.
Fin de la llamada telefónica.
“Pues listo. Trabajo de un día, pero es trabajo” me dije a mí misma. Me arreglé, cogí algo de dinero y busqué en mi mapa algún supermercado. Como era domingo no sabía qué sitios abrían y cuáles no, así que decidí mirarlo en el móvil, y encontré un sitio que sólo cerraba los sábados y abría el resto de la semana. Fui a comprar comida y regresé. Eran las doce. Lo guardé todo y arreglé un poco la casa. Hice una tortilla de patatas y un filete de ternera. Comí mientras veía la tele. Entendía muy bien todo lo que decían. Me gustaba el hablar varios idiomas. También sabía francés, y creo que si me iba bien allí en Londres, iría a por el alemán.
Me he cruzado con varios vecinos del edificio. Todos son personas de avanzada edad, así que no había nadie que me interesase mucho, ni chicos, ni chicas, o al menos, no había visto ninguno, ni ninguna.
Me quedé viendo un programa de televisión muy interesante sobre los inmigrantes que llegaban a Inglaterra, así que se me pasó el tiempo volando. Eran las seis. No me había dado cuenta de que en media hora venía Simon a recogerme. Debía de vestirme discretamente, iba a una casa ajena. Me puse: 

Me quité el maquillaje de esta mañana y me maquillé solo un poco, no quería ir muy cargada. Las seis y cuarto. Guardé la ropa que había sacado para encontrar la que me puse al final, y comprobé que llevaba todo lo necesario para salir de casa: el móvil, las llaves, algo de dinero, cartera con documentos y algo para retocarse el maquillaje de vez en cuando. Seis y veinte. Quedaban diez minutos para que llegase Simon y no tenía nada que hacer, así que decidí salir a que me diese el aire. Estaba en la puerta del edificio, apoyada en la pared, con mi bolso, y esperando a Simon cuando de repente escuché una voz que me resultaba bastante familiar...
-         ¡Noa!
-         ¿Eh? – Miré hacia la derecha y vi a alguien corriendo hacia mí, pero no lograba distinguir quién era hasta que se acercó más...
-         ¡Noa, soy yo!
-         (Aspiré aire) ¡¡Christian!! – Grité muy alto.
-         ¡Qué casualidad!
-         ¡Sí! ¿Qué tal? ¿Cómo estás?
-         ¡Pues muy bien! Iba a casa de mi primo, ¡y mira a quién encuentro en su puerta!
-         ¿Tu primo vive aquí?
-         Sí, vive en el décimo piso.
-         ¡Yo vivo aquí! ¡En el piso quince!
-         ¡¡Quéeeeee?? ¡¡En serio??
-         El mundo es un pañuelo, como se suele decir.
-         Y tanto...
-         ¿Quieres que te abra?
-         No, gracias, ya llamo por el porterillo a mi primo, para que sepa que ya estoy aquí., que le avisé antes.
-         Ah, vale – le sonreí. Él me devolvió la sonrisa y llamó al porterillo.
-         Oye, ¿esperas a alguien? No es por ser cotilla... Es que no veo mucho sentido que estés aquí de pie sin hacer nada.
-         Sí, espero a alguien...
-         ¿Sí? – Respondieron por el porterillo.
-         ¡Abre! ¡Que soy Chris! – Le abrieron.
-         Bueno, pues... Cuando quieras te pasas, yo vivo en el quince, letra A.
-         De acuerdo, me alegro de verte, Noa.
-         Y yo... – Le sonreí tímidamente, y él me sonrió igual...
De repente, escuché el pito de un coche. Estaba mirando hacia el portal, así que me giré y vi a Simon en un coche, un bugatti veyron blanco y negro , y con la puerta del copiloto (la derecha) abierta.
-         ¡Vamos! ¡Sube!
-         ¡Wow! ¡Menudo cochazo! – Dije mientras subía.
-         Sí, es nuevo. ¿Sabías que es el coche más caro del mundo?
-   ¿En serio? Wow, sabía que te gustaban los coches, y que tenías unos cuantos, y de los buenos, pero esto ya es lo más de lo más.
-    Sí. Está genial.
-         Bueno... ¿Nos vamos?
-         ¡Claro!
Realmente, este hombre me caía tremendamente bien. Yo me lo imaginaba más serio, soso, estirado... Como aparenta en televisión, pero es todo lo contrario, un tipo amable, divertido y sincero. Le pregunté que de qué conocía a esa tal Pam, y me dijo que es la hermana de un productor muy importante, que le paga mucho dinero.
Llegamos frente a una casa-mata. Una mujer estaba en la puerta. Era Pam, la amiga de Simon.
-         ¡Hola Simon! – Dijo Pam.
-         ¿Qué tal? Esta es la chica de la que te hablaba, Noa.
-         Encantada – Le dije. Nos dimos dos besos.
-         Bueno, ¿y el peque? – Dijo Simon, intentando imitar la voz de un niño. Aquello me pareció muy gracioso, pero intenté no reírme mucho. La mujer me miraba muy seria.
-         Está ahí, viendo la tele, ¡Benjamín! ¡saluda! – La señora era una de estas pijas refinadas, que visten de marca siempre y que alguien de clase media o baja no puede hablarles, porque se ofenden. Era repulsiva, me caía fatal, y me da la impresión de que a Simon también, pero que intentaba disimular.
PAM: 
-         Qué guapo es – dije con una media sonrisa. En realidad no era ni mucho menos guapo. No sé a quién habrá salido, pero desde luego no era muy agraciado. Pobre criaturita.
BENJAMIN: 

-         ¿A que sí? Ha salido a su madre jajajajaja – jamás pensé que conocería a alguien tan... Exageradamente repelente.
-         Sí... – dije yo.
-         Bueno, cariño, aquí te dejo todo lo que tienes que hacer para que el niño se entretenga. Ahí tiene unos juguetes que le compramos ayer. El biberón se lo preparas a las ocho, con lo que hay encima de esa mesa, y también... – Me explicó todo lo que tenía que hacer, del mismo modo en el que habría que explicárselo a una niña de diez años. Me hablaba como si tuviese eso, diez años. Si no se iba ya, no iba a soportar tanta... No sabría cómo llamarlo... Si es una pija... ¿Tanta pijez? Da igual, el caso es que si no se iba...
-         Lo entiendo todo. No habrá ningún problema.
-         ¡Uy, qué chica más apañada!
-         Y... Em... ¿A qué hora volverán... Más o menos?
-         Pues a las diez, ¡a las diez y media empieza mi programa favorito! ¡Vamos, Philip!
-         ¡Ya voy, amor! – Philip era su marido. Un hombre muy gordo, de corta estatura, con barba y pelo rizados, y una voz grave e irritante. Definitivamente, no me caían bien ninguno de los dos...
PHILIP:

-         Bueno, yo me voy ya, ¡que os divirtáis! ¡Adiós Noa! – Dijo Simon mientras se subía a su coche. Se fue, y me dejó con estos dos.
-         Bueno cielo, tenemos que irnos, cuida de nuestro hijo hasta que volvamos – me dijo la señora.
-         Claro, no lo duden.
Se fueron en su coche, un Mercedes negro muy brillante. Yo me quedé con el bebé, que estaba sentado en el sofá. Un sofá enorme, de cuero, con una manta blanca por encima, de pelos largos muy suaves. La casa era enorme, y muy bonita, aunque yo prefería mil veces antes mi casa de España, que esta. Miré el reloj. Eran las siete y cuarto. ¿Qué iba a hacer hasta las diez?
Cogí mi móvil y empecé a mirar las noticias, el tiempo que iba a hacer mañana... Incluso redacté y envié un correo electrónico a mis padres y amigos, explicando lo que había hecho entre ayer y hoy, incluido el haber conocido a Simon Cowell... ¿Cómo reaccionarían al leerlo?
Eran las ocho. Preparé el biberón para el niño y se lo tomó tranquilamente. Luego se quedó dormido. Las ocho y media. Tenía todavía una hora y media por delante sin hacer nada, así que decidí poner algo en la tele, que todo el rato había estado ocupada por dibujos animados. Puse las noticias y cuando me cansé cambié de canal y puse una película que ya había empezada. La película terminó a las diez menos diez, justo a tiempo para prepararme para cuando llegase el matrimonio. Las llaves en la cerradura sonaron a las diez en punto. Esta gente se tomaba muy en serio el tema de los horarios.
-         ¿Se ha portado bien? – Preguntó la madre.
-         Es un angelito.
-         Bueno, si decidimos salir otra noche te llamamos cariño – me dijo, y yo pensé que ojala no saliesen hasta que el niño cumpliese los dieciocho.
-         De acuerdo.

-         Toma, aquí tienes el dinero que te corresponde. Buenas noches – me dijo el marido. Me dio el dinero y cerró la puerta. Esperaba no tener que volver a verme con esa gente nunca más.

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