viernes, 12 de julio de 2013

17. UN MOMENTO, ¿MEJOR AMIGO?

El sonido de un helicóptero me despierta. Se ve que pasó cerca del edificio. Era muy temprano. Me sobraba tiempo para ir al trabajo pero sabía que si me quedaba durmiendo un rato más, al final se me iba a hacer tarde, así que hice la rutina diaria sin darme muchas prisas. Desayuné un Cola-Cao, me duché, me vestí... Y nada más. Entraba a las diez a trabajar, y eran las nueve y media. Desde mi casa hasta la panadería había entre diez y quince minutos, así que todavía tenía tiempo para hacer otra cosa, pero aún así, me fui. Llegué en unos diez minutos. Harry se encontraba tras el mostrador, como de costumbre.
-         Ey, buenos días, ¿cómo estás?
-         Pues bien, aquí...
-         Bueno, ¿cómo has dormido?
-         Pues si te digo la verdad, no muy bien. Han estado pasando unos helicópteros durante toda la noche, así que apenas he dormido.
-         Ah, sí. Es que estos días hay una feria. Se hace todos los años. Hay desfiles por la calle, con bandas y gente haciendo cosas, como... Malabares, por ejemplo. Es algo tipo americano.
-         Qué divertido, me gustaría verlo.
-         Pues ojala pudiera llevarte, pero es que yo mismo participo. ¿Te he contado que sé hacer malabares?
-         No, no me lo habías dicho.
-         Pues sí que sé, y participo junto con unos amigos, que también saben hacer otras cosas. Mira...
Harry cogió cuatro bollos de pan y empezó a lanzarlos por los aires y cogerlos volando. Aquello me pareció muy divertido y yo me eché a reír. Después de eso llegó Bárbara. Estuvimos hablando hasta que tocó la hora de abrir. No entró mucha gente así que lo que más hice fue charlar con Harry.
Ese era mi séptimo día en Londres y ya había hecho un montón de amigos, salvado a uno de ellos, vivido una pelea, conseguido trabajo... La verdad, mis expectativas al llegar aquí eran buenas, pero la verdad no creía que fuese a tener una vida tan ajetreada, y eso que sólo llevaba una semana...

Terminé la jornada de trabajo. Era viernes, así que al día siguiente no tenía que trabajar. Lo primero que hice al terminar fue ir al hospital, a ver cómo estaba Christian. Llegué, desde la panadería, en unos veinte minutos. Al entrar, me dirigí al ascensor, puesto que Christian se encontraba en la segunda planta. Un hombre también se montó conmigo. Estábamos callados, sin mirarnos. Los ascensores de los hospitales suelen ser lentos, pero este lo era aún más. Fue un momento bastante incómodo, y es que encima él también iba a la segunda planta, así que todo el corto trayecto lo debía hacer con él. Llegamos a la planta y él se bajó a la vez que yo. Los dos andamos por el mismo pasillo hasta que llegamos a la parte en la que se encontraba la habitación de Christian. A mí me pareció muy extraño que ese hombre fuese por el mismo camino que yo. Tenía cara de enfadado así que no le dirigí la mirada mucho e intenté apartarme de él lo máximo posible, pero andaba por los mismos sitios que yo, así que no podía librarme de él. Pero mi mayor sorpresa fue cuando me detuve ante la habitación de Christian, y él se quedó a mi lado. Yo no aguanté más y le pregunté:
-         Perdone, pero... ¿usted también viene a ver al chico de esta habitación?
-         Sí, ¿quién eres tú?
-         Soy una amiga...
-         ¿Amiga? Mi hijo no tiene amigos – dijo en un tono enfadado.
-         Espere, ¿es usted el padre de Christian?
-         Sí, ¿algún problema? ¿qué haces aquí?
-         Pues he venido a ver a Christian. Soy su amiga, ¿qué malo tiene? – no debí haber dicho eso...
-         ¿Cómo? Mira niña, tú a mí no me hables así, ¿eh?
-         ¿Perdone? ¿Qué le he dicho? – realmente, no sabía por qué mi comentario le había molestado, así que intenté no enfadarle, pero creo que este hombre se inventa sus propias peleas.
-         ¡Y encima me vacilas! Escucha, como sigas así te la vas a llevar. Deja a mi hijo en paz. Lárgate de aquí.
-         ¿Disculpe? He venido a ver a Christian, no entiendo qué le molesta eso.

En ese momento se acerca el de seguridad, que por suerte andaba por allí.

-         ¿Algún problema?
-         Pues sí, este señor, que al parecer es el padre de mi amigo, no quiere que yo entre a verle, y no me da explicaciones.
-         ¿Qué le ocurre, señor? ¿Tiene algún problema con la señorita?
-         ¡No quiero que esta niña entre a ver a mi hijo!
-         Señor, será mejor que baje el tono de voz, por favor.
-         ¿Qué me estás diciendo, que me calle?
-         No. Sólo le pido que no grite.
Justo en ese instante, advierto que se abre la puerta de la habitación de Christian, sólo un poco, pero no digo nada.
-         ¡Mira tú a mí no me mandas a callar!
-         Señor, como no cambie sus modos me voy a ver obligado a echarle.
-         ¡De aquí no me echa ni Dios! ¡He venido a ver a mi hijo y eso es lo que voy a hacer!
Justo en ese momento el padre de Christian le pega un empujón al guarda de seguridad, tirándolo al suelo. Se dirigía hacia mí cuando la puerta de Christian se abre del todo y de ella sale Christian.
-         ¡Papá!
El padre de Christian era un hombre alto, tenía una barba con bigote, cejas prominentes, y poco pelo.
PADRE DE CHRISTIAN:

-         ¡Christian! – grité.
-         ¡Christian! ¿Quién es esta niña! – dijo señalándome.
-         ¡Es una amiga papá!
-         ¡No quiero que vuelvas a verla!
En ese momento el guarda de seguridad agarró al padre de Christian por la espalda, y éste corrió hacia atrás e hizo que se chocara contra la pared. Justo a tiempo llegaron otros dos guardias, que consiguieron inmovilizarle y dejarle en el suelo, esposado. Se lo llevaron, pero antes, el padre de Christian gritó:
-         ¡Ya nos veremos las caras! – ese mensaje iba dirigido a mí.
-         Vale. Tengo al padre de mi mejor amigo amenazándome. Genial. – le dije a Christian.

Un momento, ¿mejor amigo?

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