martes, 9 de julio de 2013

15. ¡AYÚDAME!

“Buenos días para mí” pensé al despertarme. Suponía que ese sería un buen día, puesto que tenía pensado hacer muchas cosas. Era mi sexto día en Londres. Casi llevaba una semana allí, y ya había hecho amigos, conseguido un trabajo, y muchas otras cosas. Debía prepararme para este día, que se suponía iba a ser tan ajetreado.
Hice la rutina diaria y me vestí formalmente. Salí de mi casa, bajé por el ascensor, salí del portal, y allí estaba la persona a la que menos me esperaba ver:
-         ¡Steve! ¿Qué haces aquí?
-         ¡Buenos días, preciosa! – en ese momento mi mente iba a explotar, y tras ella mi corazón. Esa frase...
-         Eh... Buenos días – sonreí - ¿Qué te trae por aquí?
-         Pues nada, sólo quería verte... ¿Quieres venir a dar una vuelta?
-         Lo siento, no puedo. Tengo que ir a trabajar. Entro a las diez.
-         ¡Conseguiste trabajo? ¡Me alegro!
-         Gracias – me reí.
-         Bueno, ¿y qué tal después del trabajo?
-         También estoy ocupada. Salgo a las cinco. Voy a pasar la tarde con Christian.
-         Oh... Bueno, pues entonces ya quedamos para otro momento – sonrió.
-         Claro, sin problemas – le devolví la sonrisa.
-         En fin... Ya nos veremos.
-         Oye Steve, ayer recibí un ramo de rosas, para mí.
-         ¿En serio? Debes de tener un admirador secreto o algo parecido...
Pensé “acabo de comprobar que Steve no sabe disimular”.
-         Tal vez... Pero tú seguro que no tienes ni idea de quién ha podido ser, ¿no? – intentaba mandarle indirectas, pero al ver que no me respondía como yo creía que iba a hacerlo, pensé “qué torpe...”
-         Eh, no... Bueno, tengo que irme, Carl y Eric me esperan, ¡adiós!
-         ¡Adiós!
Llegué a la panadería y allí estaba Harry, tras el mostrador, con su delantal puesto ordenando panes.
-         ¡Buenas! ¿Quiere usted algo para llevar? – dijo haciendo el tonto.


-         ¡Sí, por favor! ¡Me gustaría un delantal nuevo para empezar mi primer día de trabajo, si puede ser! – dije cambiando la voz.
-         ¡Marchando delantal! – entró en la puerta de la izquierda, donde están todos los hornos, y se hacen todos los dulces y panes, y salió con un delantal como el suyo. Me lo dio.
-         ¡Muchas gracias!
-         ¡Muchas de nadas! ¿Te ayudo? – se refería a ayudarme a ponerme el delantal.
-         No hace falta, gracias – me lo puse sin problemas.
-         Bueno, vamos a atender a esta gente.
-         Entendido – en ese momento, Bárbara salió de la puerta de la izquierda.
-         ¡Bárbara! ¡Buenos días!
-         Buenos días, Harry y Noa. Me temo que hoy no podré quedarme todo el día. A las tres me voy que tengo cita con el médico. Hoy cerráis vosotros.
-         Sin problemas – dije yo.
-         No te preocupes, Harry te enseñará cómo hacerlo todo en condiciones - me dijo Bárbara.
Empezó a salir y entrar gente con los mismos delantales que llevábamos Harry, Bárbara y yo. Eran los empleados que se encargaban de hacer todos los productos que vendíamos. Yo llegué sobre las nueve y media. Sí, había madrugado, muy a mi pesar. A las diez ya estábamos en marcha. Comenzaron a entrar clientes y nos los ventilábamos a todos en cuestión de segundos. Harry y yo formábamos un gran equipo. A las dos y media Bárbara se fue.
No entró mucha más gente hasta que cerramos.
-         Bueno, ¿y tú qué vas a hacer ahora? – me preguntó Harry, ya fuera de la panadería, cuando habíamos cerrado.
-         Pues tenía pensado ir a casa de un amigo.
-         Entiendo, ¿dónde vive?
-         Pues la verdad... Apunté su dirección en un papel, pero no tengo mucha idea de dónde está el lugar...
-         Si quieres te acompaño – sonrió. Su sonrisa me embobaba.
-         No hace falta que te molestes... – yo como siempre.
-         No te preocupes. No es molestia.
-         Bueno, la verdad sí que me haría falta un poco de ayuda... – me lo pensé dos veces. No quería que me volviese a pasar algo parecido a lo que ocurrió con Eric y Steve.
-         Pues vamos, ¿dónde es?
-         Oye, la verdad primero tenía pensado ir a mi casa a cambiarme.
-         Pues nada, te acompaño todo el camino, además así me enseñas tu casa.
-         De acuerdo.
Nos dirigimos a mi casa. Estuvimos hablando sobre muchas cosas. Quería conocer más a fondo a Harry. Era un chico tremendamente agradable, simpático y divertido.

A PARTIR DE AQUÍ, DEBEN PONER ESTA CANCIÓN (SE INTENTA QUE ENCAJE CADA MOMENTO DE LA CANCIÓN CON CADA MOMENTO QUE VAS A LEER A CONTINUACIÓN): 


Llegamos a mi casa. Se la enseñé un poco por encima. Me cambié de ropa y me puse algo más cómodo. Mientras, Harry observaba todos los detallitos del salón, esperando paciente a que yo saliera de mi dormitorio y nos dirigiéramos a casa de Christian. Al fin terminé de arreglarme y nos fuimos, no sin antes coger el papel en el que tenía apuntada la dirección que me dio Ed de Christian.
-         Y, ¿cómo dices que se llama tu amigo?
-         Christian.
-         ¿De qué os conocéis?
-         Pues nos tocó sentarnos juntos en el avión que volaba de España a aquí, y bueno, pues eso.
-         Mmm, coges confianza rápido jajaja.
-         Sí, la verdad es que soy amigable – sonreímos.
Andamos unas pocas calles más y Harry se paró.
-         Aquí es. Según la dirección que me has dado, tu amigo vive aquí. ¿Quieres que te acompañe hasta su puerta? Venga, para qué pregunto, vamos.
-         De acuerdo jajaja.
Subimos por el ascensor (era un edificio con varias plantas) hasta llegar a la que era. Yo pegué en la puerta, estaba abierta.
-         ¿Hola? ¿Christian? Soy yo, Noa – no hubo respuesta.
-         ¿Hola? – dijo Harry.
-         Tranquilo Christian, es un amigo que ha venido a acompañarme. ¿Estás?
Harry y yo estábamos en la puerta y, al no recibir respuesta, entramos. Sé que no debíamos, pero lo hicimos. Todo estaba bastante desordenado. Harry y yo andábamos despacio. Llegamos al lado de una puerta que había medio-abierta. Era la del baño. Harry la empujó lentamente con su mano. Miramos dentro. Mis ojos no creían lo que estaban viendo.
-         ¡¡¡Christian!!! – grité muy alto.
-         ¡¡¡Joder!!! – gritó Harry.
Christian se encontraba en la bañera del baño, todo manchado de sangre.
-         ¡¡¡Harry!!! ¡¡¡Llama a emergencias!!!
-         ¡¡¡Voy voy voy!!!
Harry cogió su móvil y vio que no tenía mucha cobertura dentro del cuarto de baño así que primero me ayudó a sacar a Christian de la bañera (que no tenía agua) y luego salió del baño y llamó a emergencias. Yo me quedé con Christian, que estaba en el suelo. Vi que su sangre salía de un corte que se había hecho en la muñeca. No paraba de sangrar. Yo le agarré el brazo y lo apreté muy fuerte con mis manos, pero seguía sangrando así que cogí una pequeña toalla que había en el suelo tirada e hice un nudo alrededor de su muñeca, muy apretado. Levanté a Christian y lo senté contra la pared de la bañera. Yo apretaba con fuerza para que la herida cesara de sangrar. Yo estaba muy asustada pero sabía mantener la calma en momentos difíciles. En ese momento entró Harry al baño:
-         ¡Los de emergencias están de camino!
-         De acuerdo, ¡ayúdame!
Entre Harry y yo sacamos con cuidado a Christian del baño. La puerta de la casa estaba abierta y nosotros estábamos justo delante. En ese momento vi a alguien pasar de largo, pero no pude distinguir quién era, porque fue un breve instante el tiempo que lo vi. A los segundos esa persona regresó y se puso justo delante de la puerta. No podía creerlo:
-         ¡¡Louis!!
-         ¡¡Noa!! ¿Qué es esto! ¿Qué le ocurre a Christian! ¿Eso es sangre!
-         ¡¡Calla y ayúdanos!!
A los pocos minutos oímos la sirena de una ambulancia. Llegaron los de emergencias y se llevaron a Christian y a nosotros nos acompañaron a abajo. Yo estaba llena de sangre, llorando. Los médicos me pusieron una manta por encima. Estaba en estado de shock. No podía creer lo que había pasado hacía unos segundos. Harry y Louis estaban hablando entre ellos. Yo estaba sentada en el escalón del portal de Christian, apoyada en la pared. Había un montón de gente allí. Casi todos médicos. Al rato, una ambulancia nos llevó a los tres al hospital al que habían llevado a Christian, una media hora después de haberlo llevado a él. Estábamos frente a la habitación en la que estaba metido Christian. Yo no dije ni una palabra en todo el trayecto hacia el hospital, mientras que Harry y Louis no dejaban de hablar. Al rato de estar allí, Harry se acercó a mí. Yo dejé de llorar:
-         ¿Cómo estás? – me preguntó Harry.
-         Mejor... – respondí – No quiero pensar... Si no hubiéramos llegado a tiempo...
-         No pienses eso ahora...
-         Oye, Harry... Gracias por haberme ayudado, aún sin conocer a Christian de nada... – yo casi no podía hablar.
-         Es lo menos que podía hacer. No podría ver a alguien así y no hacer nada. No soy así...
Nos dimos un abrazo. Yo comencé a llorar sobre su hombro, y él me abrazó más fuerte. Me reconfortaba que me abrazara. No quería imaginar lo que hubiera pasado si no hubiera ido a verle, o simplemente me hubiera entretenido más en llegar. Louis estaba quieto, mirando al suelo. Nos separamos. Yo me limpié las lágrimas y Harry me cogió delicadamente la mejilla:
-         No llores. Todo va a salir bien, ya lo verás – me dijo.
Justo en ese instante salió un doctor de la habitación en la que se encontraba Christian. Todos nos acercamos a ver qué decía y prestamos atención a sus palabras:
-         Bien. El chico está estable. El corte es profundo, y ha perdido bastante sangre, pero hemos podido parar la hemorragia rápido y sus constantes se han estabilizado. Está bien.

Sentí un chute de adrenalina recorrer mi cuerpo. Christian estaba bien.

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