viernes, 5 de julio de 2013

12. COMO LOS PRÍNCIPES

-         ¿Quién es? – dije con la voz apagada. Estaba despejándome.
-         ¡Buenos días! ¿Es usted Noa?
-         Eh... Sí...
-         Soy el cartero. Traigo algo para usted.
-         Vale. Suba.
“¿Quién me habrá mandado algo? ¿Y qué será ese algo?” pensé. Llamaron al timbre. Abrí. Me quedé pasmada, con el cartero y con lo que traía. Era un chico alto, de pelo castaño y de ojos azules, muy atractivo. Traía un ramo de rosas enorme.
-         Aquí tiene – me dijo y me dio el ramo, sonriendo.
-         Gracias.
-         Firme aquí – firmé donde me indicó.
Las rosas eran enormes, y olían muy bien. Traían una tarjeta, en la que ponía:
“Good Morning, Beautiful” o mejor “Buenos Días, Preciosa”.
-         Alguien la quiere mucho – me dijo el cartero con una sonrisa.
-         No sé quién ha podido ser...
-         Pues pidió que cuidásemos muy bien el ramo. Quería que llegara perfecto.
-         ¿En serio?
-         Hemos hecho todo lo posible por que llegara intacto.
-         Pues es precioso.
-         La verdad, sí.
-         Oye, no sabrás por casualidad quién me lo ha enviado, ¿no?
-         Lo siento, yo sólo soy el repartidor. Me dan el paquete y la dirección.
-         Entiendo, muchas gracias.
-         De nada Noa – sonrió.
-         ¿Cómo sabes mi nombre?
-         Soy el cartero, mi trabajo es saberlo jajajajaja.
-         Tienes razón... Lo siento, es que acabo de levantarme y estoy algo dormida jajajajaja – nos sonreímos.
-         No te preocupes.
-         ¿Y tú cómo te llamas?
-         Soy Louis, Louis Tomlinson. Cartero a su servicio – hizo una reverencia, como los príncipes. Yo me reí mucho y él también.
-         Jajajajaja eres muy divertido jajajaja
LOUIS:

-         (Después de reírse) Bueno... Terminé mi trabajo. Este era mi último pedido.
-         Me alegro.
-         Oye... ¿Me das tu número y hablamos?
-         De acuerdo, apunta – le di mi número y se fue sonriendo. Era muy simpático, me caía bien.
Esto de conocer gente se me daba bien. Era mi quinto día en Londres y ya conocía a Christian, Ed, Simon Cowell, su amiga Pam y familia, Steve, Eric, Carl, Liam, Ruth, Nicola y Louis. Mucha gente, muchos nombres.
Miré la hora y eran las doce menos veinte del medio día. No pensé que fuese tan tarde. No me tomé mi Cola Cao, porque ya casi era la hora de almorzar, puesto que allí en Londres se come antes, y debía acostumbrarme a sus horarios y costumbres. Fui a la nevera, a ver qué había, y me la encontré casi vacía.

Así que salí a comprar algo. Compré comida para dos o tres días. Iba por el barrio, viendo las distintas tiendas, hasta que entré en una panadería.
-         ¡Buenos días!


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