NARRACIÓN NORMAL.
Christian entró a la sala y
la puerta se cerró. Pude ver cómo el agente Sean le decía algo a otro, pero no
le presté demasiada atención. No me di cuenta y el hombre se había marchado
rápidamente. Miré a Christian. Se encontraba cabizbajo. Luego les eché un
vistazo a Steve y Eric. Susurraban entre ellos, pero no lograba entender lo que
se querían decir. Tampoco es que me interesase mucho. Finalmente, lancé mi
mirada hacia Sean, que se encontraba recto, totalmente quieto. Parecía una
estatua. Practicamente no parpadeaba. Casi daba miedo. De repente, el tipo de antes
volvió, junto con otro policía. Traían al padre de Christian. Dos esposas
sujetaban sus manos, impidiéndoles movimiento alguno. Sean habló.
-
Christian.
Todos nos alarmamos y
prestamos mucha atención.
-
Dígame.
-
Hemos decidido
ingresar a tu padre en un centro de desintoxicación.
-
¡No voy a ir a
ningún sitio!
El padre de Christian agitó
sus manos, esposadas, y los dos policías que tenía a los lados le sujetaron. Se
calmó y Sean siguió hablando.
-
Vamos a intentar
ayudarle, entre todos, pero debes saber que si no colabora ni hace caso de las
ayudas que se le van a proporcionar, vamos a tener que tomar medidas.
-
¿Qué clase de
medidas? - preguntó Christian, preocupado.
-
Pues como bien he
dicho, si no hace caso, tenemos dos opciones. La primera es la de contratar a
un psicólogo. Si esto no funciona tampoco, la segunda opción sería ingresarlo
en un hospital psiquiátrico.
-
¿No hay más
opciones?
-
Repito que esto
es en caso de que no colabore. Si acepta la ayuda y sigue los métodos que le
van a enseñar, podremos dejarle libre, y nos plantearemos el darle parte de tu
custodia o no. Eso aún está por ver.
-
¿Podré ir a
verle?
-
El número de
visitas que podrá recibir a la semana lo determinará el centro al que vayamos a
llevarle.
-
Entiendo.
-
Y en cuanto a
vosotros – dijo apartando la vista de Christian y dirigiéndola hacia Steve,
Eric y yo – las versiones coinciden. Hemos decidido que podéis marcharos.
Sean señaló la puerta con la
mirada, haciéndonos ver que ya no debíamos estar allí. Salimos de aquella sala y dentro se quedaron Christian, su
padre, y el agente Sean.
-
Nos vamos a casa –
dijo Steve.
-
De acuerdo, hasta
luego.
Ellos se adelantaron y
salieron de allí antes que yo.
Al alcanzar la puerta y tirar
de ella, vi que Louis estaba sentado en un banco, cerca de la puerta. Corrí
hacia él y, cuando me vio, se levantó y nos abrazamos.
-
¿Dónde estuviste
ayer? – le pregunté.
-
Tuve el móvil
apagado y el teléfono de casa no funcionaba. Christian me lo ha contado. ¿Cómo te encuentras?
-
Bien – posé mi
mano derecha sobre la parte de mi cabeza en la que me di el golpe, y sonreí.
-
Me alegro. ¿Dónde
está Christian? Me dijo que os estaban interrogando, pero nada más. Un tío me
echó.
-
Christian está
adentro, con su padre y un agente. Están hablando.
-
Mmm...
Un policía salió de la
comisaría y se nos acercó.
-
¿Es usted Louis
Tomlinson?
-
Eh... Sí, ¿ocurre
algo? He salido rápido, ¿eh? No he hecho nada...
-
Tranquilo. Es por
su amigo Christian, que está viviendo con usted. Debe venir con nosotros para
cerrar el asunto de una vez.
-
Entiendo, voy
para allá. Déme un segundo.
El policía volvió a la
comisaría.
-
Me alegro de que
estés bien.
-
Gracias. Venga,
no les hagas esperar.
-
Voooooy...
Se fue imitando a un niño
pequeño enfadado, cosa que a mí me hizo mucha gracia.
Había pasado toda la mañana
muy deprisa, casi sin darme cuenta. Me entró hambre y decidí ir a comer a algún
sitio especial, puesto que el día anterior terminé por pelearme con un señor, y
almorcé comida de hospital, asquerosa, por cierto.
Estuve pensando un buen rato
a donde ir, y me decanté por un buen sitio, en el que ponen una comida
deliciosa...
Llegué rápidamente al lugar y
vi la parte superior de la entrada, en la que estaba escrito el nombre del
restaurante: Nando’s.
Entré y me senté en una mesa
junto a la ventana. Tampoco es que hubiera unas vistas espectaculares, pero se
me hacía entretenido ver a la gente de pasar. Aunque no por mucho tiempo estuve
mirando por el cristal. Escuché una risa a mi espalda, que me resultaba
tremendamente familiar. Esa risa era de un tal... ¿Duendecillo irlandés?
Me giré y allí se encontraba,
entrando al restaurante.
-
¡¡Niall!!
-
¡Ey Noa! ¡Hola!
Niall se acercó hacia mi
mesa, y yo me levanté, quedándome de pie junto a esta. Su hermano Greg entró,
me saludó en un gesto con la mano, y se dirigió hacia el baño con bastante
prisa.
-
¿Le ocurre algo a
tu hermano?
-
Tiene
problemas... Intestinales – se aguantaba la risa a más no poder. Echó una
carcajada y volvió a aguantarse, poniendo su mano en su boca, a modo de tapón.
Se calmó y por fin pudo hablar.
-
¿Has venido sola
a Nando’s?
-
Sí. Oye, ayer... ¿Qué hiciste?
-
Fuimos a
hacer la compra, y al mediodía almorzamos en un mexicano. A Greg no le sentó
bien la... Comida – volvió a reírse – así que estuvimos el resto del día en
casa.
-
¿Y no te llamaron
por teléfono... Ni nada?
-
Bueno, cuando
llegué a casa por la tarde tenía una llamada perdida, pero como no conocía el
número decidí no darle importancia. Y me llamaron al móvil, pero con la risa
por lo de mi hermano ni contesté. Total, si hubiera sido importante habrían
llamado más veces, ¿no?
No respondí.
-
¿Qué ocurre? ¿Por
qué tantas preguntas? ¿Pasó algo ayer?
-
Tuve un incidente
con un hombre... Estuve en el hospital y pedí que te avisaran por teléfono...
-
¿En serio? ¿Qué
ocurrió? ¿Estás bien?
-
Sí, estoy
perfectamente. Me di, o mejor... Me dieron un golpe en la cabeza y me
desmayé... Pero no pasó nada grave.
-
Lo siento mucho,
de verdad.
-
No te preocupes.
¿Cómo ibas a saberlo? Además vengo de la comisaría, y ya están las cosas
solucionadas.
-
Uff me alegro.
Greg volvió del baño.
-
¿Cómo te
encuentras? – le pregunté.
En ese momento Greg lanzó una
mirada amenazadora a Niall, en señal de: “Para qué cuentas nada...”
-
Mejor.
Tras esto nos sentamos todos
y comimos perfectamente mientras charlábamos y Niall se reía constantemente. Le
gustaba reírse. No se sentía avergonzado por su dentadura, que estaba algo torcida. Eso es
algo que me gusta de él, no le importa lo que piensen los demás. Además, a pesar de sus dientes, es un chico muy atractivo. Greg fue al
baño de nuevo, antes de irnos del restaurante.
-
Es genial que te
encuentres bien, y perdón de nuevo...
-
Perdonado.
Los dos sonreímos.
Después del genial almuerzo
con mis dos amigos, decidí quedarme más tiempo en la calle. No tenía ganas de
encerrarme en casa de nuevo.
Era martes trece. Día de mala
suerte. Parece ser que el mal augurio había querido venir a mí antes de tiempo.
Aunque no soy una persona muy supersticiosa en cuanto a esos temas, la verdad
me entraban malas vibraciones en ese día, martes trece. No tenía buenas
expectativas, la verdad... Pero claro, también pensé que el día anterior iba a
ser mi “día feliz” y mira cómo terminó, ¿quién sabe lo que nos deparará la
vida?
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