lunes, 19 de agosto de 2013

34. ¿QUIÉN SABE LO QUE NOS DEPARARÁ LA VIDA?

NARRACIÓN NORMAL.

Christian entró a la sala y la puerta se cerró. Pude ver cómo el agente Sean le decía algo a otro, pero no le presté demasiada atención. No me di cuenta y el hombre se había marchado rápidamente. Miré a Christian. Se encontraba cabizbajo. Luego les eché un vistazo a Steve y Eric. Susurraban entre ellos, pero no lograba entender lo que se querían decir. Tampoco es que me interesase mucho. Finalmente, lancé mi mirada hacia Sean, que se encontraba recto, totalmente quieto. Parecía una estatua. Practicamente no parpadeaba. Casi daba miedo. De repente, el tipo de antes volvió, junto con otro policía. Traían al padre de Christian. Dos esposas sujetaban sus manos, impidiéndoles movimiento alguno. Sean habló.

-         Christian.

Todos nos alarmamos y prestamos mucha atención.

-         Dígame.
-         Hemos decidido ingresar a tu padre en un centro de desintoxicación.
-         ¡No voy a ir a ningún sitio!

El padre de Christian agitó sus manos, esposadas, y los dos policías que tenía a los lados le sujetaron. Se calmó y Sean siguió hablando.

-         Vamos a intentar ayudarle, entre todos, pero debes saber que si no colabora ni hace caso de las ayudas que se le van a proporcionar, vamos a tener que tomar medidas.
-         ¿Qué clase de medidas? - preguntó Christian, preocupado.
-         Pues como bien he dicho, si no hace caso, tenemos dos opciones. La primera es la de contratar a un psicólogo. Si esto no funciona tampoco, la segunda opción sería ingresarlo en un hospital psiquiátrico.
-         ¿No hay más opciones?
-         Repito que esto es en caso de que no colabore. Si acepta la ayuda y sigue los métodos que le van a enseñar, podremos dejarle libre, y nos plantearemos el darle parte de tu custodia o no. Eso aún está por ver.
-         ¿Podré ir a verle?
-         El número de visitas que podrá recibir a la semana lo determinará el centro al que vayamos a llevarle.
-         Entiendo.
-         Y en cuanto a vosotros – dijo apartando la vista de Christian y dirigiéndola hacia Steve, Eric y yo – las versiones coinciden. Hemos decidido que podéis marcharos.

Sean señaló la puerta con la mirada, haciéndonos ver que ya no debíamos estar allí. Salimos de aquella sala y dentro se quedaron Christian, su padre, y el agente Sean.

-         Nos vamos a casa – dijo Steve.
-         De acuerdo, hasta luego.

Ellos se adelantaron y salieron de allí antes que yo.

Al alcanzar la puerta y tirar de ella, vi que Louis estaba sentado en un banco, cerca de la puerta. Corrí hacia él y, cuando me vio, se levantó y nos abrazamos.

-         ¿Dónde estuviste ayer? – le pregunté.
-         Tuve el móvil apagado y el teléfono de casa no funcionaba. Christian me lo ha contado. ¿Cómo te encuentras?
-         Bien – posé mi mano derecha sobre la parte de mi cabeza en la que me di el golpe, y sonreí.
-         Me alegro. ¿Dónde está Christian? Me dijo que os estaban interrogando, pero nada más. Un tío me echó.
-         Christian está adentro, con su padre y un agente. Están hablando.
-         Mmm...

Un policía salió de la comisaría y se nos acercó.

-         ¿Es usted Louis Tomlinson?
-         Eh... Sí, ¿ocurre algo? He salido rápido, ¿eh? No he hecho nada...
-         Tranquilo. Es por su amigo Christian, que está viviendo con usted. Debe venir con nosotros para cerrar el asunto de una vez.
-         Entiendo, voy para allá. Déme un segundo.

El policía volvió a la comisaría.

-         Me alegro de que estés bien.
-         Gracias. Venga, no les hagas esperar.
-         Voooooy...

Se fue imitando a un niño pequeño enfadado, cosa que a mí me hizo mucha gracia.

Había pasado toda la mañana muy deprisa, casi sin darme cuenta. Me entró hambre y decidí ir a comer a algún sitio especial, puesto que el día anterior terminé por pelearme con un señor, y almorcé comida de hospital, asquerosa, por cierto.

Estuve pensando un buen rato a donde ir, y me decanté por un buen sitio, en el que ponen una comida deliciosa...

Llegué rápidamente al lugar y vi la parte superior de la entrada, en la que estaba escrito el nombre del restaurante: Nando’s.

Entré y me senté en una mesa junto a la ventana. Tampoco es que hubiera unas vistas espectaculares, pero se me hacía entretenido ver a la gente de pasar. Aunque no por mucho tiempo estuve mirando por el cristal. Escuché una risa a mi espalda, que me resultaba tremendamente familiar. Esa risa era de un tal... ¿Duendecillo irlandés?

Me giré y allí se encontraba, entrando al restaurante.

-         ¡¡Niall!!
-         ¡Ey Noa! ¡Hola!

Niall se acercó hacia mi mesa, y yo me levanté, quedándome de pie junto a esta. Su hermano Greg entró, me saludó en un gesto con la mano, y se dirigió hacia el baño con bastante prisa.

-         ¿Le ocurre algo a tu hermano?
-         Tiene problemas... Intestinales – se aguantaba la risa a más no poder. Echó una carcajada y volvió a aguantarse, poniendo su mano en su boca, a modo de tapón.

Se calmó y por fin pudo hablar.

-         ¿Has venido sola a Nando’s?
-         Sí. Oye, ayer... ¿Qué hiciste?
-         Fuimos a hacer la compra, y al mediodía almorzamos en un mexicano. A Greg no le sentó bien la... Comida – volvió a reírse – así que estuvimos el resto del día en casa.
-         ¿Y no te llamaron por teléfono... Ni nada?
-         Bueno, cuando llegué a casa por la tarde tenía una llamada perdida, pero como no conocía el número decidí no darle importancia. Y me llamaron al móvil, pero con la risa por lo de mi hermano ni contesté. Total, si hubiera sido importante habrían llamado más veces, ¿no?

No respondí.

-         ¿Qué ocurre? ¿Por qué tantas preguntas? ¿Pasó algo ayer?
-         Tuve un incidente con un hombre... Estuve en el hospital y pedí que te avisaran por teléfono...
-         ¿En serio? ¿Qué ocurrió? ¿Estás bien?
-         Sí, estoy perfectamente. Me di, o mejor... Me dieron un golpe en la cabeza y me desmayé... Pero no pasó nada grave.
-         Lo siento mucho, de verdad.
-         No te preocupes. ¿Cómo ibas a saberlo? Además vengo de la comisaría, y ya están las cosas solucionadas.
-         Uff me alegro.

Greg volvió del baño.

-         ¿Cómo te encuentras? – le pregunté.

En ese momento Greg lanzó una mirada amenazadora a Niall, en señal de: “Para qué cuentas nada...”

-         Mejor.

Tras esto nos sentamos todos y comimos perfectamente mientras charlábamos y Niall se reía constantemente. Le gustaba reírse. No se sentía avergonzado por su dentadura, que estaba algo torcida. Eso es algo que me gusta de él, no le importa lo que piensen los demás. Además, a pesar de sus dientes, es un chico muy atractivo. Greg fue al baño de nuevo, antes de irnos del restaurante.

-         Es genial que te encuentres bien, y perdón de nuevo...
-         Perdonado.

Los dos sonreímos.

Después del genial almuerzo con mis dos amigos, decidí quedarme más tiempo en la calle. No tenía ganas de encerrarme en casa de nuevo.

Era martes trece. Día de mala suerte. Parece ser que el mal augurio había querido venir a mí antes de tiempo. Aunque no soy una persona muy supersticiosa en cuanto a esos temas, la verdad me entraban malas vibraciones en ese día, martes trece. No tenía buenas expectativas, la verdad... Pero claro, también pensé que el día anterior iba a ser mi “día feliz” y mira cómo terminó, ¿quién sabe lo que nos deparará la vida?

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