martes, 25 de junio de 2013

3. EL DESPEGUE

Era el 26 de junio de 2010. A las nueve de la mañana, me desperté en mi cama, pensando que esa era la última vez que dormiría en ella en un tiempo. El vuelo hacia Londres salía a las once, así que aún tenía tiempo para asegurarme de que todo estaba preparado, y despedirme de todos. Me despedí incluso de mis compañeros de clase, que estaban en un parque al que solían ir todos los veranos y los fines de semana cuando está el curso escolar. Todos me miraban y me ponían sonrisas falsas, pensando que por fin me iban a perder de vista. Isa y Estefanía también estaban allí, se pusieron a abrazarme y gastar bromas, imitando el acento inglés e imaginándose cómo reaccionaría yo al ver tal misteriosa ciudad, pero a la vez tan llena de encanto. Terminaron por desearme suerte y un buen viaje, lo clásico. Mi padre cogió el coche y nos llevó a mí, mis hermanos y mi madre hacia el aeropuerto. El viaje se me hizo muy corto, puesto que estuve todo el rato pensando en cómo sería aquello, ya que sólo había tenido la ocasión de verlo en fotos. Entramos por la puerta del aeropuerto, nos atendieron rápidamente y me dijeron por dónde tenía que ir para llegar al avión. Mi familia me acompañaba en todo momento. A mi madre se le saltaron las lágrimas, ya que era muy sentimental. Mi padre intentó hacerse el duro, pero se notaba que le dolía ver cómo me había hecho mayor tan rápido, y quería volver a verme saltando y correteando como cuando era un bebé. Quería que me quedara, pero a la vez quería que fuese feliz. Yo ya había crecido, había madurado, y ya no quería volver atrás. Simplemente, no podía. Y eso él lo entendía. De repente, mi hermana pequeña me agarró del brazo para que me agachase (tenía cinco años) y me dijo al oído:
-         ¿Me vas a traer un regalito cuando vuelvas?
-         ¡Claro! Os traeré regalos a todos. Os escribiré siempre que pueda. Mandaré fotos de todo lo que vea y os contaré todo lo que haga, ¡no os quejaréis, que será como si estuvieseis allí conmigo! – Les dije yo a todos.
-         ¡Vuelve pronto fea! – Me dijo mi hermano mayor, picándome para que yo le respondiese.
-         Siiiiiiii, no os preocupéis por mí, estaré bieeeeen.
-         Seguro que sí, eres una niña muy lista – Me dijo mi padre poniendo su mano en mi hombro.
-         ¡Que ya no soy una niña papá! – Le respondí en tono de broma.
“Que todos los pasajeros se dirijan al avión. Vamos a despegar” escuchamos. Llevé mi equipaje (dos maletas azules muy grandes) a donde me indicaron. Fuimos hasta la puerta por la que se salía para llegar al avión. Hasta ahí llegó mi familia. A partir de ese momento, comenzaba mi nueva vida.
-         Bueno, llegó el momento. Ojala lo pases genial, y ¡que se te haga corto el viaje! – Me dijo mi padre.
-         ¡Adiós Noa! – Gritó mi hermano menor (aunque tenía ya doce años).
Me dirigí al avión, no sin antes darles un fuerte abrazo y muchos besos a todos.
-         ¡Adiós! ¡Adiós a todooooooos! – Grité mientras corría hacia el avión. Me daba igual quién me mirara, o si pensaban que estaba chalada, porque en realidad, un poco sí que lo estaba.

Eché un último vistazo a mi familia, todos agitaban los brazos en señal de despedida. Subí las escaleras haciendo lo mismo que ellos, miré al frente y entré al avión, porque había más gente detrás que tenía que pasar. Yo nunca había montado en avión, así que lo primero que hice fue buscar mi asiento lo más rápido posible, para no estorbar a las demás personas. Lo encontré deprisa. Me tocó en la parte central del avión, me senté junto a la ventanilla. A mi lado se sentó un chico, probablemente de mi edad. Era guapo, la verdad. No se sentó nadie más junto a nosotros. Cuando el avión despegó sentí un escalofrío. Fue una sensación extraña. A los pocos minutos alcanzamos la velocidad de crucero. Ahora podíamos soltarnos los cinturones y estar cómodos. Mis ganas de llegar eran muchas, estaba muy emocionada por lo que me iba a encontrar, y eso que aún no lo sabía...

1 comentario:

  1. Me parece interesante, eso de adentrarse en una tierra un poco desconocida para ti y tener que buscarte la vida, muy realista.

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